IA vs yo: microcuentos con Copilot
Experimentos de escritura creativa con Inteligencia Artificial
Últimamente he estado escribiendo microcuentos con diferentes fuentes de inspiración, entre ellas el tarot. Sin embargo, no siempre escribo con la fluidez que me gustaría, así que, en medio de lo que se sentía como un incipiente bloqueo de escritura —y por un golpe de curiosidad, para qué mentir— le pedí a la IA de Microsoft, Copilot, que escribiera algo basado en el arcano El Loco para ver hasta dónde llegaba su capacidad creativa. Por supuesto, también hice mi propio microcuento, que pueden leer al final del post y compararlo con los que verán a continuación.
Este fue el primer resultado de nuestro amigo artificial:
El paso
Con una flor en la mano y el abismo bajo los pies, El Loco caminaba cantando. Nadie sabía de dónde venía, ni por qué reía solo. “¿No ves el precipicio?”, gritaban. Él saludaba al sol, confiando en que el viento sabría sostenerlo. Un perro ladraba, tirando de su capa, pero El Loco seguía. No era ignorancia, era fe. En cada paso, el mundo se reordenaba para recibirlo. Cuando finalmente cayó, no hubo golpe: el vacío lo abrazó como un viejo amigo. Y entonces, comprendió. El viaje no era hacia adelante, sino hacia adentro.
Copilot interpretó la carta de manera literal, tomó el concepto de El Loco y lo transformó en un personaje con un tornillo suelto que se lanza al precipicio. Al final cierra con la frase “El viaje no era hacia adelante, sino hacia adentro”, que me parece cliché —y, si me permiten la redundancia, artificial—.
Personalmente, no me gustó el microcuento porque no me pareció interesante, así que esta vez le di un prompt más específico y le pedí que hiciera otro con un inicio que enganche y un final impactante. El resultado fue el siguiente:
La última carta
Saltó del tren en marcha con una sonrisa y una mochila vacía. “Todo comienza ahora”, pensó El Loco, mientras el mundo giraba sin mapa. Caminó sin rumbo, recogiendo señales: una pluma, un número, un sueño ajeno. Cada encuentro parecía azar, pero él sabía que el azar era solo otro nombre para el destino. Al llegar al acantilado, sacó una carta del bolsillo: El Loco. “¿Otra vez yo?”, murmuró. Entonces comprendió. No era el protagonista. Era la baraja. Y alguien, en otro plano, acababa de barajarlo de nuevo.
Esta versión me gustó más, el giro del final me pareció interesante, aunque todavía —inevitablemente— muy literal. Pero ya que el trabajo de imaginar es nuestro, esa conclusión me recordó un poco a la trama de Source Code, la película donde Jake Gyllenhaal interpreta a un agente, o un soldado, que es transportado a una realidad virtual recreada a partir de los recuerdos colectivos de personas que han muerto. Si no has visto la película, no haré más spoilers.
En fin. Los resultados que me dio Copilot no estuvieron mal, pero no eran nada parecido a lo que imaginaba. De todos modos, estas pruebas me dieron ideas para escribir mi propio microcuento:
El Loco
—¡Idiota! ¿A dónde vas con ese bolso vacío? ¡Ahí no te cabe la vida!
El Loco hacía girar una rosa blanca en su mano, la olfateó antes de responder:
—Voy hacia allá —señaló sonriente—, tras la cumbre que acuna al sol, donde los pétalos blancos visten de terciopelo los imponentes picos.
—¡No seas imbécil! —volvió a ladrar el perro— Mira el abismo que tienes a solo un paso, ¡caerás directo a las puertas del Hades!
—Tal vez el abismo solo es el primer escalón.
El perro le mordió el tobillo para retenerlo; sin embargo, El Loco no le hizo caso.
Dispuesto a salvarlo, corrió al pueblo para avisarle a todos lo que su amigo estaba a punto de hacer, pero solo se ganó un puntapié por sus ladridos.
Volvió al risco con la esperanza de que lo esperara donde siempre, pues tal vez había cambiado de opinión, mas solo encontró la rosa blanca que dejó atrás.
¿Qué te parecieron los microcuentos? ¿La máquina escribe mejor que un humano, o crees que nunca pueda sustituirnos? Siéntete libre de dejarme tu opinión. Y gracias por leerme… ¿o leernos, a Copilot y a mí?
Los LLM (Large Language Models) como ChatGPT o Copilot son herramientas valiosas. Pueden detectar errores de ortografía, gramática, puntuación o coherencia que escapan al corrector tradicional. En una novela extensa, por ejemplo, si un personaje se llama Pepito y diez capítulos después aparece como Pepino, el procesador de texto no lo advertirá, pero un modelo de lenguaje sí.
También resultan útiles como “vehículos de ideas”: permiten poner por escrito pensamientos para ver cómo suenan y recibir una retroalimentación inmediata. Sin embargo, todavía están lejos de alcanzar la creatividad humana. No dejan de ser algoritmos que, en esencia, calculan probabilísticamente qué palabra encaja mejor detrás de la anterior.
Si se les pide redactar un relato romántico entre un millonario y una muchacha de campo, lo harán; pero casi siempre será un pastiche lleno de lugares comunes, frases hechas y metáforas desgastadas.
Por eso conviene entenderlos en su justa medida: son una herramienta, como un martillo. Pero un martillo sobre unos tablones no construye un armario. Hace falta la mano y la visión del carpintero.
El escritor Roberto Augusto está muy metido en el tema y hasta obsesionado tienes una novela el ludita y recientemente expresó que a como vamos los escritores desaparecerán la IA adaptará creará textos de acuerdo con el perfil del lector y no serán necesarios LOS ESCRITORES... SOLO ES CUESTIÓN DE TIEMPO